ROMANCE DEL REGRESO
Cadencia de yaraví,
guitarra noble y sentida,
el Negro Ciro regresa
cambiando noche por día,
quiere volver a su pueblo
por las veras de la vida
(antes de ver a San Pedro)
tan siquiera por un día.
-Negrito color canela,
dónde vaz si no hay salida,
montado en potro de seda
de trabajo y de chamiza.
-Andresito, quién te viera
tan cerca de eterna vida,
vamos un rato a Pullo
que la nostalgia me incita,
mira que Enrique convierte
murallas en franca vía
y Uterillo ya calienta
motores de travesía.
Los cuatro amigos cabalgan
por donde el mundo termina,
cabalga que te cabalga
por sueños de maravilla;
no hay temor que les embargue,
pues San Antonio les guía,
pero el dolor les aprieta
llegando a tierra querida.
¿Por qué es tan grande la ausencia,
que ni las flores se agitan,
dónde la gente se oculta
o es que mis ojos no miran?
Mirarlos será posible
sólo en morada divina
donde San Pedro ya espera
en cita ya convenida,
no llores, Negro Negrito,
que nos es pronta esa vida.
-Dejen que manen mis lágrimas
que aún siento mi partida,
el pueblo donde nacimos
tierna querencia me inspira;
besemos juntos la tierra
que nos brindara acogida.
Pronto la pena se acaba
y los amigos se animan.
Con fina estampa torera
dan lumbrera a su visita.
Toros bravos, con hechuras,
mugen buscando salida;
los pumas de la comarca
se esconden en sus guaridas.
Los cuatro amigos se alejan
rumbo a Gloria Prometida,
pasan de largo la cerca
donde este cuento termina.
Un ventarrón de gran pena
peina las calles vacías,
una viejita en la iglesia
tirita sobrecogida.
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