sábado, 30 de agosto de 2008

Pa^ que nunca màs te metas conmigo.

Como siempre, como cada semana, el Zorra llegaba a Pullo manejando su camión y luego de descargar la mercadería se ponía a tomar hasta emborracharse.

Esta vez llegó un domingo, y en la Plaza San Antonio se realizaba una competencia de fulbito en la que salió campeón el Defensor Obrero, por lo que Julito, el heroico patrocinador del equipo, se puso a celebrar hasta excederse con los tragos. Ya anocheciendo, se dirigió a su casa, con una lentitud que su ebriedad y su cojera congénita, la hacían laboriosa y penosa. Cuando llegó a la esquina del Parque se tomó un descanzo recostándose contra la pared. Luego tomó un nuevo impulso y continuó por el medio del Parque; entonces escuchó los gritos destemplados que Zorra, junto al 'Sol y Sombra', perpetraba contra la oscuridad, y en vez de continuar hacia su casa, bordeó el pilón y se paró en la vereda que rodea los jardines. Zorra que estaba en la vereda del frente gritaba:

_¡Qué me va a hacer Pelacha a mí...! Yo he sido chofer de 10 camiones, ¿y ese ayudantito de mierda me va a pegar a mí..., a los hombres?

En eso Julito alzó la voz:

-¡Cuál hombre!-

El Zorra detubo sus gesticulaciones y algo sorprendido dijo:

-Ay chucha..., o sea que acá hay un pendejito.

-Para ti, pendejo y medio- replicó Julito.

- ¡Quién mierda eres carajo!-Gritó Zorra, queriendo atarantar.

-Yo soy Yango, el que te hace bailar el tango y el huapango- siguió Julito, impasible.

-Ay chucha -dijo Zorra-, o sea que acà hay alguien que quiere que le saque la mierda...

-Si eres hombre- Contestó Julito.

Entonces Zorra, como queriendo mostrar que ya no aguantaba más huevadas, se sacó la chompa y la tiró al suelo.

-Ahora, cojudito, vas a ver lo que es el puño de un chofer de 10 camiones -y empezó a cruzar la pista.

Entonces Julito, mirándonos, y seguramente confiado en que finalmente intervendríamos, se sacó el poncho y también lo arrojó al suelo, exclamando:

-¡Agárrenme, si no quieren ver muerto a ese desgraciado...!- Y viendo la decisión del Zorra, fue retrocediendo, metiéndose en el jardín, colocándose entre dos rosales, pero con la actitud y gestos de quién está determinando el lugar donde se realizará la pelea.

Claro que nosotros íbamos a intervenir, pero no pudimos hacerlo, porque Zorra, al entrar en el jardín, pisó una piedra y cayó pesadamente al suelo. Entonces Julito avanzó con sus pasitos cortos y, con su pierna coja, le aplicó una patadita, y señalándole con dedo amenazador, le dijo:

-¡Pa´ que nunca más te metas conmigo, conchatumadre!

Para cuando Zorra logró finalmente incorporarse, nosotros ya estábamos por Pusaspata llevándonos en peso hacia su casa a julito, quien, eufórico, iba gritando:


-¡Le saqué su mierda, carajo... le saqué su mierda...!

Recordando a Andrés Ibarra.

En una esquina del parque
donde rotunda la noche
se cuela por los costados,
hombres ayunos de sueño,
con ponchos y con botellas,
reciben con un cambiado
un viento bravo y de casta.
El Mono Anampa despierta
mil sueños con su charango.
Cilindros de querosene,
con un mechero encendido,
buscan, por eso no encuentran,
la luna herida y el canto.

La noche mide sus pasos
con un rosario de plata.
En un rincón de la iglesia
se juntan todos los santos
y una campana compone
cantos de nubes con pena.

Ya está la noche dormida
con sus estrellas guardadas.
Gritos de marca paloma
se cierran con un candado
y una luna busca a tientas
un portón con dos aldabas.

Pero, ¿quién solo en la noche
va juntando campanillas,
perdices y nubes blancas?
¿Quién frente a mí se detiene
con flores de Jericó
y uvas de pascua florida?
Cuando al fin lo reconozco,
la noche gime destellos
de charcos entumecidos.
Ay Andrés, Andrés Ibarra,
¿cuál es la nube celeste
que los ciegos reconocen
y los cántaros reclaman?
Entonces le oigo decirme:
Tú que vagabas descalzo
entre rumas de chamizo,
¿aun levantas campanas
junto a torres distraídas?
Dime, ¿qué zapato acoge
mis recuerdos de ceniza
dejados en el camino
de los trotes apagados?
Yo sabía que los sueños
refundaban las mañanas
y sabía que los sauces
escribían por las noches
letanías en el cielo,
pero olvidé que hay senderos
de carbones encendidos
que reclaman pus y sangre
arrancando costras frescas.

Por las calles estampadas
con piedras y espuela rota
la noche se fue dejando
nostalgias de serenata
y sueños de madrugada.

Una Tarde de Toros. (Luis Mendoza Cuadra)

"UNA TARDE DE TOROS."
(Pullo 189...)
"No volverás, oh Pullo antiguo y señorial / a ser morada feudal , a tu esplendor real / las fiestas y los lucidos saraos / las serenatas al amanecer.../ ya nunca volverán.....”
[Arreglo de un canto español del siglo XIX]


Era una tarde de junio, a finales del siglo XIX, el sol bañaba con sus vespertinos rayos dorados la plazuela del pintoresco pueblito, dibujando de manera caprichosa las sombras en los tejados y los balcones que aquella tarde estaban copados de elegante y distinguida concurrencia. Los principales apellidos del distrito y el pueblo, expresando un alegre ambiente de fiesta, espectaban una tarde de toros.
Estaban los Geldres, antigua y adinerada familia; los Guzmán, los altivos Chavez: políticos y revolucionarios, los Cuadra que dieron hombres de gobierno y mujeres de especial belleza, los Mendoza, los Leiva, los La Cruz, los Leon, los Alvarez, los Montenegro, los Ampuero, en fin…, todo lo notable e ilustre que tenía Pullo en aquel ya lejano siglo. El repique alegre y ruidoso de las campanas de la iglesia anunciando un toro brindado a San Antonio de Padua, matizò la tarde de algarabía y suscitò alegres aplausos y vivas. Los Chàvez festejaron la entrada del fiero bruto "Mantilla Negra" con disparos al aire, mientras las cajas de Carhuanilla, ubicadas al centro de la plaza, en una peana a buen resguardo, tocaban un pasodoble al màs puro estilo español. En los balcones corrían el dulce vino de Acaville animando la fiesta taurina, y el champagne francés, servido en finas copas de cristal, alimentaba el calor de la fiesta brava. En la arena los "rejoneros" con sus pequeñas capas provocaban la furia del toro y corrían a ocultarse en los hoyos de resguardo huyendo de las embestidas para luego picar a donde dè con su flamìgero rejón. Oh tarde de toros!, tarde de sangre, muerte y arena. Los Cuadra en su balcón adornado con un bello ramillete de señoritas asomadas a la balaustrada aplaudían con entusiasmo los lances…Viva la fiesta!, vivan las rosas en capullo!, viva Pullo! Del balcón de los Guzmán se oían los acordes de una ceremoniosa cuadrilla tocada por arpa y violín, que un grupo alegre bailaba con elegancia y gallardía en el salón contiguo al balcón....Oh la algarabía! oh la alegría! oh aquellos tiempos de oro!.

El toro de San Antonio, santo no era, iba mostrando el trapìo y la fiereza que sòlo tenían los toros de Arenizo, Jespejahua y Sayachipa. El pueblo en las esquinas tapiadas con pesados tablones de eucalipto festejaba la faena de los toreadores lanzando bombardas al ruedo para provocar el sobresalto del tauro de por si salvaje que con toda la fuerza de su furia embestía lo que a su frente hallaba. En la calle del "Hatun Horno", aledaña al ruedo, multitud de personas despanzurraban y trozaban los toros que ya habían pasado por el ruedo, era el degolladero...era la otra fiesta...los degollantes brindaban para darse ánimo al empezar, durante y después de su faena a la vez que el "oferente" y el "Comisario" mezclaban la sangre del toro con vino y bebían ensalzando el desenvolvimiento del toro bravo. La alegría era desbordante, se freían las primicias de la carne del toro, los perros del pueblo merodeaban con ojos pedigüeños en busca de un pequeño trozo del codiciado manjar, !carne!...Animación…alegría y sangre!. Un grito lanzado al unísono estremeció la plaza….un grito de muerte que fue repetido por el eco de los cerros...! un rejonero, desde el hoyo de resguardo, acertó con su lanceta el corazón del toro!.....y èste, tambaleante y con la lengua jadeante y teñida de sangre daba sus postreros pasos, ¡la soberbia y la furia vencidas!...,la sangre derramada en la arena!....sangre húmeda....sangre humeante. Aplausos, vivas y repique de campanas, música en la peana del centro...los "puca chucos", muy animados por el aguardiente, entran arreando un par de remolones bueyes para arrastrar el cuerpo del pobre bruto en su ultimo viaje, la ùltima jornada...Entrò al ruedo orgulloso y soberbio y ahora se va arrastrando los cuernos y trazando una lìnea interminable en la arena ensangrentada...¡muerte y vida! vida y muerte!... la vida!. Aplausos en los tendidos y en los balcones, voces alegres y rostros iluminados por el sol andino ya casi crepuscular...Ah! esto no se esperaba el señor Cura: ha descendido de la torre de la iglesia, està en el ruedo y manteo y teja en mano pasea por la plaza saludando cortésmente al pùblico, las damas responden con aplausos y batiendo sus pañuelos blancos, los caballeros de los balcones responden con esa gracia que sòlo tenían los antiguos hidalgos: quitándose el sombrero de fina urdimbre e inclinando ligeramente la cabeza...y la devota que brindò el toro, una viuda envuelta en su negro chal, agradece los cumplidos del eclesiástico con una discreta venia...¡viva la fiesta brava! viva el colorido! viva el sentimiento!. Los Mendoza comentaban la precisión del rejonero para meter al toro y los Geldres, entroncados con los cuadra en aquel entonces, comentaban sobre el baile de gala a ofrecerse en los salones de uno de los "capitanes". Allí se reuniría todo lo bello, elegante y notable de Pullo, que era lo mismo decir de la provincia, se servirían finos licores importados, los siete platos regados por vinos de la región y servidos a la media noche...se bailarían cuadrillas, mazurcas, pasodobles y otras danzas europeas de moda...en fin todo el lujo que podía darse...para "echar la casa por la ventana"….los aplausos continuaban y la música seguía alegrando la novedad: “toron huanurun".

Y empezó el tira y jala de los laceadores para llevar el siguiente toro al ruedo que estaba cuesta abajo.....! Ánimo! un brindis con una copita de pisco reconfortador no està demás.....faltan todavía varios toros, Mantilla Negra se fue y ahora va Sevillano a enfrentar su destino, el sonido lastimero de un waccra puccu anunció su partida razgando la tarde…, era un sonido de muerte…, era la nostalgia andina, la melancolía que aflora en medio de la alegría desbordante... "Patayquimanta jahuaycamuptiy , Sumaccllata huaytachcasjanqui"

Así es mi tierra, mi pueblo lindo, arrullado por sus ríos, perfumado por sus flores…….¡Pullo, te amo tanto!

Dover N.J.
Estados Unidos de America
Junio 2008.

En memoria de mis abuelos Jesús Cuadra, María de Cuadra y mis tíos Ciro Cuadra y Lilia Cuadra