VIDAS PARALELAS.
Amigos los dos. Unidos por las mismas alegrìas, los mismos juegos; la misma escuela, el mismo pueblo.
Uno de ellos, pequeño, vivarracho; frugalmente alimentado, quizás.
El otro, enorme, voluminoso, lento y pesado; diríamos que sobrealimentado.
Pero los dos niños alegres y juguetones.
Uno de ellos llamado, premonitoriamente, Padrecha; y el otro simplemente llamado Coco.
Pero ambos llegarían a tener vidas sumamente distintas, hasta diríamos que contrapuestas.
Cuentan que las diferencias, al principio sólo físicas, se fueron haciendo claras lluego de una pelea que tuvieron en una excurción. Pero lo cierto es que acabados sus estudios en su pequeño pueblo, ambos siguieron caminos diferentes, con resultados completamente opuestos, como lo dijimos antes.
El pequeño Padrecha, enrumbó por el camino de la disciplina, la búsqueda espiritual y la oración; en suma: la vida religiosa.
El voluminoso Coco, en cambio, se dio a los placeres de la vida, las juergas, la gula, las mujeres y el licor; es decir, el libertinaje.
Padrecha, finalmente, fue consagrado por el obispo de su prelatura, como Sacerdote.
Mientras que Coco, en una juerga descomunal, fue consagrado por sus amigos, como Cerdote.
Luis Màrquez Prado.
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