martes, 14 de octubre de 2008

EN DEFENZA DE UNA EPOPEYA.

Cuando Chupito, el caballo pequeño, pero tenaz, que pastaba en las chacras de los señores Ibarra, vio entrar al sèquito de chalanes vestidos de blanco, fue totalmente incapaz de percibir la tragedia que tendrìa que vivir en las siguientes, y ùltimas, horas de su vida. Cuando hablo de tragedia, me refiero a aquella que ennoblecieron los griegos: el personaje 'gigante', que tras enormes genialidades, no puede eludir al destino, que lo aguarda y que finalmente lo aplasta. Coco, el fornido y voluminoso chalàn, que serà protagonista de esta breve historia, realizò un riguroso y profesional examen de los potros que se exhibìan frente a èl y, finalmente, seguro de su sabidurìa y conocimientos ecuestres, decidiò montar un hermoso potro bayo, el cual, pareciendo entender la importancia de aquel momento, se empeñaba en realzar aquellas bondades de las que estaba bien provisto. Pero Coco vio en ello un exceso de artificio, por lo que repensò su decisiòn, y como en cada momento cumbre de su vida, se sumiò en una profunda meditaciòn para, finalmente, (cual profeta que iluminado por designios superiores, ha hallado por fin el camino que ha de seguir) señalar con gesto rotundo, que la historia se encargarìa de fijar, al humilde Chupito ('¡Este!'), que en ese momento sacudìa la cabeza como tratando de entender lo que la Historia comenzaba a escribir sobre sus espaldas.
Coco iniciò el desfile con suma naturalidad, fijando los ojos màs allà del horizonte, con la serenidad y seguridad de quien va agarrado al futuro que va construyendo, sin importarle si a su alrededor el mundo mismo se va haciendo añicos, hasta que alguien lo sacò de sus pensamientos dorados con un torpe: 'Apura, pues, gordo'. Los detractores de Coco (los comodones, los fanfarrones) afirman socarronamente que mientras todos los jinetes habìan dado cinco vueltas a la plaza, Coco sòlamemte habìa dado dos. No entienden, no podràn entender, que Coco estaba marcando nuevas pautas, una redimenciòn, una redefiniciòn del espacio-tiempo. Aquellos que siempre permaneceràn en las galerìas seràn incapaces de comprender a los protagonistas de la Historia, quienes a pesar de los riesgos y los gritos agoreros, dicen: 'Avanti..., sòlo quien avanza llega'. En esos momentos Coco estaba decidido a sacudir no sòlo al mundo ecuestre, sino al arte en general. Un abandono de las proporciones y equilibrio clàsicos y un retorno, quizà, a un gòtico màs permisivo y màs ajeno a veleidades esteticistas. Al hacerlo era consecuente consigo mismo, pues romper esquemas era una actitud permanente de su personalidad. (Kledy Dongo nos recuerda la admiraciòn de Coco por los cuadros de Botero y de los pintores naïf). En suma: era la reivindicaciòn del caballo chico, el caballo valiente y trabajador, que siempre supera las dificultades que se le atraviesan y que en un lance de 'machura', frente a un caballo de paso, saldrà ganando, pues antes de que el otro lo piense, ya estarà trepado sobre la yegua màs fina.

Vayamos, ahora, a aquella actitud que hizo rabiar a los tradicionalistas de nuestra fiesta, el hecho de que Coco no siguiera a los demàs chalanes hacia Pusaspata. A falta de argumentos pretenden hacer mofa con sus chuscas afirmaciones, coreando que Coco no lo pudo hacer y que se quedò tonteando en la Plaza de Armas. ¿Pero no es tonto, acaso, ir hasta las alturas de Pusaspata tan sòlo para ponerse un poncho? (Ay de ustedes, pullinos hipòcritas, que se cargan con costumbres o palabras -vice, perla- que apenas pueden soportar o entender). Lo natural, lo correcto: alinearse en un lado de la plaza, haciendo un intermezzo, ponerse el poncho y tomarse una cerveza para luego dirigirse a la otra plaza. Coco asì lo hizo; se emplazò al lado del municipio, se puso el poncho y ordenò a su fiel servidor Sapam Pury que le consiguiera una botella de cerveza.
Aquellos que desde su còmoda posiciòn de mirones se desgañitaban gritando 'Sancho Panza' o 'Chalán manso', fueron vìctimas de su propio eco, pues Coco cabalgò por sobre ellos, y ni siquiera fueron tomados en cuenta: La chusma ignorante no se ha ganado el derecho a ser escuchada. El soportar a Coco durante la chamiza, constituyò para Chupito un desafìo enorme y un logro èpico que lo inmortalizarìa. Pero no fue la causa de su muerte: Un aneurisma fatal, inesperado, inoportuno lo llevò a una agonìa tràgica que conmoviò a todo el pueblo. El grupo de veterinarios que ayudò a Chupito a enfrentar a la muerte, nada pudo hacer ante lo inexorable, ante la aviesa jugada del destino. La noticia de la muerte de Chupito llegò como un rayo atronador que conmoviò hasta a los màs indiferentes (en ese momento corrìa el rumor de que Sapam Pury había sido echado del pueblo). Por un momento nos aferramos a la esperanza de que se trataba de un rumor más, pero el movimiento de las autoridades al lugar del suceso, descartò cualquier duda. El cuerpo de autoridades en pleno cumpliò con entregar a Chupito el 'Premio al Valor', que el pueblo llano ha dado en llamar: 'Premio a la Resistencia'. Nuestro amigo Coco entrò en un proceso depresivo que lo llevò, al dìa siguiente, a abandonar nuestro pueblo; pero cometiò(?) un error(?): se fue en una pequeña combi que colapsò a la salida del pùeblo. Coco regresò y recibiò el apoyo moral y sicològico de amigos y familiares. Ya repuesto, acudiò a la tumba de Chupito y, tras depositar algunas flores, aunque agnòstico èl, elevò una plegaria. ______________

Notas: 1.-Kledy Dongo ha pintado un cuadro hiperrealista en el que Coco aparece señalando a Chupito, el caballo de su elecciòn.
2.-Aquello de que la espalda de Chupito era convexa y que despuès del desfile terminò siendo còncava, son simplemente chistes que el vulgo se empeña en crear tratando de expresar aquello que no entiende.

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