Como siempre, como cada semana, el Zorra llegaba a Pullo manejando su camión y luego de descargar la mercadería se ponía a tomar hasta emborracharse.
Esta vez llegó un domingo, y en la Plaza San Antonio se realizaba una competencia de fulbito en la que salió campeón el Defensor Obrero, por lo que Julito, el heroico patrocinador del equipo, se puso a celebrar hasta excederse con los tragos. Ya anocheciendo, se dirigió a su casa, con una lentitud que su ebriedad y su cojera congénita, la hacían laboriosa y penosa. Cuando llegó a la esquina del Parque se tomó un descanzo recostándose contra la pared. Luego tomó un nuevo impulso y continuó por el medio del Parque; entonces escuchó los gritos destemplados que Zorra, junto al 'Sol y Sombra', perpetraba contra la oscuridad, y en vez de continuar hacia su casa, bordeó el pilón y se paró en la vereda que rodea los jardines. Zorra que estaba en la vereda del frente gritaba:
_¡Qué me va a hacer Pelacha a mí...! Yo he sido chofer de 10 camiones, ¿y ese ayudantito de mierda me va a pegar a mí..., a los hombres?
En eso Julito alzó la voz:
-¡Cuál hombre!-
El Zorra detubo sus gesticulaciones y algo sorprendido dijo:
-Ay chucha..., o sea que acá hay un pendejito.
-Para ti, pendejo y medio- replicó Julito.
- ¡Quién mierda eres carajo!-Gritó Zorra, queriendo atarantar.
-Yo soy Yango, el que te hace bailar el tango y el huapango- siguió Julito, impasible.
-Ay chucha -dijo Zorra-, o sea que acà hay alguien que quiere que le saque la mierda...
-Si eres hombre- Contestó Julito.
Entonces Zorra, como queriendo mostrar que ya no aguantaba más huevadas, se sacó la chompa y la tiró al suelo.
-Ahora, cojudito, vas a ver lo que es el puño de un chofer de 10 camiones -y empezó a cruzar la pista.
Entonces Julito, mirándonos, y seguramente confiado en que finalmente intervendríamos, se sacó el poncho y también lo arrojó al suelo, exclamando:
-¡Agárrenme, si no quieren ver muerto a ese desgraciado...!- Y viendo la decisión del Zorra, fue retrocediendo, metiéndose en el jardín, colocándose entre dos rosales, pero con la actitud y gestos de quién está determinando el lugar donde se realizará la pelea.
Claro que nosotros íbamos a intervenir, pero no pudimos hacerlo, porque Zorra, al entrar en el jardín, pisó una piedra y cayó pesadamente al suelo. Entonces Julito avanzó con sus pasitos cortos y, con su pierna coja, le aplicó una patadita, y señalándole con dedo amenazador, le dijo:
-¡Pa´ que nunca más te metas conmigo, conchatumadre!
Para cuando Zorra logró finalmente incorporarse, nosotros ya estábamos por Pusaspata llevándonos en peso hacia su casa a julito, quien, eufórico, iba gritando:
-¡Le saqué su mierda, carajo... le saqué su mierda...!
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